12/14/2008

¿Trovadores?

La literatura -¡esa vieja celestina!- está encerrada entre voluminosos tomos. La literatura sólo la entienden unos pocos, los demás, ni pizca, como si leyéremos con un único ojo, cual cíclopes. La literatura es un juego superficial de palabras superficiales. Nada dice (y nada tengo que decirle a ella). La literatura es un puñado de palabras sin sentido, una asignatura más, unos libros obligatorios que leer, un suspenso, o ¿un aprobado? La literatura, la literatura, la literatura y bla,bla,bla, bla. ¿La literatura?
Algunos dicen que existió otra literatura (no la vieja celestina que acumula polvo en las estanterías, sino la areúsa sensual y amadora, que te cobra el precio de la vida), otra forma de leer poesía y ser escuchada. Otros, que aún persiste esa forma o vieja fórmula de ir cantando poesías, canciones, creaciones, literatura alrededor de la lumbre, al abrigo de la amistad, o cercado por los brazos amantes.
Trovar, así se llama. Trovadores, así se llamaron.


LOCURAS


Hay locuras para la esperanza.
Hay locuras también del dolor,
y hay locuras de allá,
donde el cuerdo no alcanza:
locuras de otro color.
Hay locuras que son poesías,
hay locuras de un raro lugar,
hay locuras sin nombre,
sin fecha, sin cura,
que no vale la pena curar.


Hay locuras que son como brazos de mar:
te sorprenden y te arrastran,
te pierden y ya.
Hay locuras de ley
pero no de buscar.
Hay locuras que son la locura,
personales locuras de dos.
Hay locuras que imprimen dulces quemaduras,
locuras de diosa y de dios.
Hay locuras que hicieron el día,
hay locuras que están por venir,
hay locuras tan vivas,
tan sanas, tan puras,
que una de ellas será mi morir.
(Silvio Rodríguez.)