12/14/2008

¿Trovadores?

La literatura -¡esa vieja celestina!- está encerrada entre voluminosos tomos. La literatura sólo la entienden unos pocos, los demás, ni pizca, como si leyéremos con un único ojo, cual cíclopes. La literatura es un juego superficial de palabras superficiales. Nada dice (y nada tengo que decirle a ella). La literatura es un puñado de palabras sin sentido, una asignatura más, unos libros obligatorios que leer, un suspenso, o ¿un aprobado? La literatura, la literatura, la literatura y bla,bla,bla, bla. ¿La literatura?
Algunos dicen que existió otra literatura (no la vieja celestina que acumula polvo en las estanterías, sino la areúsa sensual y amadora, que te cobra el precio de la vida), otra forma de leer poesía y ser escuchada. Otros, que aún persiste esa forma o vieja fórmula de ir cantando poesías, canciones, creaciones, literatura alrededor de la lumbre, al abrigo de la amistad, o cercado por los brazos amantes.
Trovar, así se llama. Trovadores, así se llamaron.


LOCURAS


Hay locuras para la esperanza.
Hay locuras también del dolor,
y hay locuras de allá,
donde el cuerdo no alcanza:
locuras de otro color.
Hay locuras que son poesías,
hay locuras de un raro lugar,
hay locuras sin nombre,
sin fecha, sin cura,
que no vale la pena curar.


Hay locuras que son como brazos de mar:
te sorprenden y te arrastran,
te pierden y ya.
Hay locuras de ley
pero no de buscar.
Hay locuras que son la locura,
personales locuras de dos.
Hay locuras que imprimen dulces quemaduras,
locuras de diosa y de dios.
Hay locuras que hicieron el día,
hay locuras que están por venir,
hay locuras tan vivas,
tan sanas, tan puras,
que una de ellas será mi morir.
(Silvio Rodríguez.)



11/28/2008

La metamorfosis, de Kafka.

En una novela que leí -que perdí- hace tiempo, Franz Kafka se encuentra, meses antes del comienzo de la I Guerra Mundial (1914), con el que sería el furher alemán dos décadas después, Adolf Hitler. Ambos se midieron en un viejo café oscuro de Praga, con sillas y mesas de manteles oliendo a vino rancio o café seco, negro, solo, solitario. El alemán envidiaba, en aquel oscuro antro checo, temeroso quizá de dirigirle la palabra entre los bebedores, al diminuto escritor Kafka, que ya entonces se había convertido en su propio personaje: Gregorio Samsa.

¿Es que nunca te has levantado "bicho"? ¿Acaso anoche, mientras veías tal vez una película de Woody Allen -¿Manhattan?-, nadie te dijo que tenías cara de "bicho raro", y te removiste incómodo frente a los dos ojitos incisivos? Cualquier mañana de éstas te levantas y en lugar de dos ojos tienes uno, y en medio de la frente; o dos antenas filarmónicas te han crecido en la cabeza, y un caparazón oscuro y sólido no te deja dar la vuelta en la cama, balanceándote como un columpio que juega al sí y al no, al sí y al no, como en el poema de Gerardo Diego. Al personaje de La metamorfosis, de Kafka, (no la de Ovidio) le sucede un tanto así: raro, marginado, existencial. Cualquier mañana de éstas de este otoño-invierno, no hace falta vernos las extremidades coeleópteras ni el solo ojo en mitad de la frente, basta únicamente sentir que no soportamos el mundo sobre nuestra espalda, que el trabajo que tenemos es apesadumbrado, triste, gris, que nos estamos volviendo irreales a base de conformismo y soledad. Entonces, la literatura juega sus dados y nos devuelve, en cien paginitas inolvidables, la esencia del ser humano.

Ahí os lo dejo, en dos vídeos de youtube que condensan la historia bastante acertadamente.
Sería obvio decir que el libro es insustituible. Que el libro está en la biblio. Que el libro os está esperando. ¿Empiezas a sentirte "bicho"?

La metamorfosis, de Kafka: parte 1ª:


Y también la 2ª parte:


Y, para los ciberlectores, os dejo un enlace donde podéis encontrar el libro y leerlo al completo.
La metamorfosis, de Franz Kafka.

'El retrato de Dorian Gray', según Charo, seguido de un anexo de David Perea.

Antes de leer este libro sabía poco de él, sólo que es una obra maestra de la literatura inglesa; fue por esto que me decidía cogerlo en préstamo de la biblioteca del centro.
Cuenta la historia de un joven apuesto llamado Dorian, y cómo un retrato suyo, junto con la influencia de un amigo, da un vuelco inesperado a su vida.
Es una historia fantástica que muestra el peligro de los propios deseos oscuros y más íntimos de una persona si éstos se hicieran realidad. Su composición se estructura en dos partes bien diferenciadas, según lo comprobamos al conocer al personaje y su evolución hasta el culmen de la historia.
Su lectura me ha fascinado. Es fácil de leer, ya que la historia consigue entretener desde el principio y tiene un ritmo rápido (los acontecimientos suceden deprisa, aun estando la historia espaciada en un período de tiempo bastante largo).
David Perea, en su ensayo Dorian Gray: ¿un engaño o una mentira?, arguye la coincidencia existente entre el nombre del personaje y, a modo de palíndromo, el título de un poema de Ángel González, que es autor español posterior al autor inglés, de ahí su mérito.

"Dorian Gray: ¿un ensayo o una mentira?
Descripción técnica: La novela consta de 6799 palabras, 126 untos y 287 comas. El uso que se hace de las letras es bastante ponderado, no apareciendo en ningún caso combinaciones de más letras iguales seguidas, cosa de agradecer.
Descripción táctica: Óscar Wilde propone en su obra un claro 4-4-2, con carrileros puros por las bandas, al viejo estilo. Esto no es nuevo, y es por ello por lo que la sombra del plagio ha perseguido a Wilde durante sigglos. Hay quien además sostiene que Dorian Gray fue escrito tomando las palabras múltiplos de siete de otros libros elegidos al azar, cosa que aún no se ha demostrado, y quien afirma que la obra fue escrita tomando una correspondencia sobreyectiva adecuadamente ideada por el autor inglés, de forma que hizo relacionar directamente cada número decimal del irracional PI con cada una de las letras del abecedario. Se comprueba fácilmente que 3.141592654 se corresponde efectivamente con el título, pero no se ha llegado más lejos en la investigación. Se está trabajando en ello.
Yo, personalmente, creo que el autor sí que es el verdadero autor de El retrato de Dorian Gray, aunque bien es verdad que sacó el nombre del personaje inviritiendo las letras del famoso poema de Ángel González "Yarg Nairod". Esto no hace más que sumar mérito a Óscar, pues Ángel es un autor posterior al irlandés."

11/24/2008

José Saramago: 'Ensayo sobre la ceguera'

Juguemos por un momento al juego de “Y si fuese ciego”, e intenta no tropezar, no caerte, no tumbar jarrones con flores de plástico o vasos llenos de agua hasta el borde. O sírvete uno para ahogarte la sed. Tropiézate, cáete, y ten la entereza de levantarte, luego, del suelo. Pero… ¿y si todo un pueblo, toda una ciudad, y todo un país, repentinamente se volviese ciego, no viera más que una cortina blanca o una luz enceguecedora? ¿Qué harían nuestros maestros, nuestros médicos, nuestros policías, nuestros políticos si también ellos están ciegos? ¿Qué sería de nosotros sumidos todos en un mundo donde nadie ve absolutamente nada? La metáfora es luminosamente bestial, si pensamos, más allá del argumento,  que la ceguera no es hoy física, sino el estado vital del ser humano que no ve, más allá de sus narices, cómo está su propio hermano. La pregunta te la planteo yo a ti: ¿cabe lugar para una historia de amor, para algo de comunicación humana, de cariño, de afecto, en un mundo desorbitado?


«Y si fuese ciego, soñaba que cerraba y abría los ojos muchas veces, y que, cada vez, como si estuviera regresando de un viaje, lo estaban esperando, firmes e inalterables, todas las formas y colores, el mundo tal como lo conocía. Por debajo de esta certidumbre tranquilizadora percibía, no obstante, la agitación sorda de una duda, tal vez se tratase de un engaño del que forzosamente despertaría más pronto o más tarde, sin saber, en aquel momento, qué realidad le estaba aguardando.[…] Y si abro los ojos y veo, se preguntaba, todo él dominado por una ansiosa esperanza. La mujer se le acercó, Pobre, qué te ha pasado, preguntaba compadecida mientras desataba el vendaje. Entonces él, con todas sus fuerzas, deseó ver a su mujer arrodillada a sus pies, allí, como sabía que estaba, y después, ya seguro de que no iba a verla, abrió los ojos. Vaya, has despertado al fin, dormilonazo, dijo ella sonriendo. Se hizo un silencio, y él dijo, Estoy ciego, no te veo.»

 

José Saramago: Ensayo sobre la ceguera.