9/02/2011

19 días

Sólo conozco una manera de empezar septiembre y echar el cerrojo al verano que te muerde la nuca. A falta de 19 días, por la fuerza con que arrecia la lluvia y este gris descafeinado que tenemos por cielo, y por esta canción de Dylan, y por la nostalgia del verano que siento ya, y por el comienzo letárgico o la clausura silenciosa, y por el inquilino que me habita la casa, el otoño me ha hincado el diente. Descerrajando un libro.
Panero me sonaba tan sólo de haberlo subrayado en algún manual de literatura hace ya más de un lustro, de alguna antología novísima de hace cuatro décadas o de algún libro de texto de bachillerato de los de hoy. Poeta y tal -heredero hermano sobrino de poetas escritores, noctívagos franquistas- diletante y aristócrata. Parco conocimiento el mío sobre los poetas de una familia que, al parecer, han marcado alguna generación de no sé qué arte y no sé qué década: en aquellas horas yo debía estar haciendo fintas, bloqueos y asistencias, más o menos.
De los tres hermanos Panero, Juan Luis ha sobrevivido a la locura y a la muerte. Comenzó publicando en el año 68 (A través del tiempo) y aquellos poemas le valieron la entrada a la literatura mediante la antología que Castellet hizo de una generación de la que sobreviven tres o cuatro buenos poetas. Siete años después, en el 75, lanza Los trucos de la muerte. Un poema, cargado de imágenes funestas y que comienza con un trago de tequila, el lamido de la sal y la absorción del limón, titula la obra:

Cuando tocas la copa de cristal, tocas la muerte,
en el tequila transparente, en el mezcal amargo, bebes la muerte,
en tu frente y mis manos, en los ojos que miran,
un desierto se agrieta con muñones de muerte.
Suena la música en cuerdas de la muerte
-de la muerte más clara, más muerte de sí misma-
y es la sal de repente su pesada ceniza
y el limón más amargo su sabor desvelado.


 Mágicamente la muerte ha sido convocada, sensual cual puta serpiente, cuando tocas la copa y bebes el mezcal amargo.

En esta noche, con su pañuelo azul y su boca pintada,
la muerte nos saluda alegre en la mesa.
Y nada podemos hacer, nada puede ayudarnos
porque hemos venido aquí para encontrarla,
para verla pasar y pasear por estas calles,
para oírla cantar y reír en las botellas
bajo la luna falsa de neón amarillo.
Multiplicada muerte, morena o pelirroja,
moviendo terca sus pechos, la furia de sus muslos,
este sudor de rostros al pie de su condena.
Besa, besa su sexo, tú que estás más cerca,
pudridero de alcohol, turbia mirada,
húndete, muérete, resucítate, al filo de tu lengua,
allá donde palpa y devora y resbala,
igual que el hocico insaciable del perro
hoza y desgarra la oveja desventrada,
sus grotescas patas donde silva el viento,
besa, besa, húmedo pelo, piel de tu destierro.

Panero coquetea con esa puta multicolor, se siente seducido, sabe de la ferocidad de las redes con que envuelve la muerte a sus presas, de su sexo envenenado con que inmoviliza a sus amantes que no pueden dejar de buscarla y que la encuentran en callejones vestida como derruidas viejas de sombrilla y finos labios de carmín. Panero coquetea con la única certeza que ata el hombre a la vida, con la única verdad y certeza con que el tiempo y la muerte se avienen.

Cuando tocas la copa de cristal, tocas la muerte,
la muerte con su sombrilla rosa en el oculto callejón,
la muerte con los labios perdidos de una canción sin nombre,
la muerte -parece tan sencillo- simplemente la muerte.
Pero hemos venido aquí, tal vez sin conocerlo,
para ahogar para siempre el terror de sus gestos,
hemos venido a conjurar la vida,
el miedo hipócrita a nuestro único dominio.
Hemos venido a aceptar la verdad que no existe,
la huella de una huella, la saliva de un sueño.
No duerme la ciudad, no está despierta, 
y un remoto reloj mide inútiles horas,
mide el tiempo de nada, la realidad vencida, 
calendario implacable de números vacíos.

Cuando tocas la copa de cristal, tocas la muerte, 
y hay un cierto valor y cierta complecencia
en oír tiernamente crujir el esqueleto,
esperpento de muerte, imagen de la vida,
mientras habla el silencio con frases que ignoramos
y un trago lento alienta tu derrota,
esparciéndose espeso sobre el sexo apagado,
el perro y su carroña, las moscas de su lengua.

Feroces, las imágenes del poema ("un desierto se agrieta con muñones de muerte", "calendario implacable de números vacíos") son conducidas con un ritmo hipnótico de noche de alcohol y monólogo existencial (imágenes sucesivas, acciones, anáforas, repeticiones, invocación a un que es el yo lírico); parece sonar en el fondo algún corrido o una mala canción sobre el amor o la muerte. Está el bebedor alcoholizado en su noche, la puta y el animal sediento o voraz -pero también el animal y la puta sedienta y voraz-, está el tequila hundiendo en el fondo, agrietando, cavando una oscura cueva donde la muerte instala su bóveda sobre el derrotado, cabizbajo, soñoliento, sentado en un alto taburete pero acostado sobre la barra del único bar, el vaso suelto, vacío, solo.

9/01/2011

Algo se cuece en la cocina. El horno calienta, poco a poco, con gas butano y una cerilla. El aceite está a punto de hervir: Panero habla:
         "en tu frente y mis manos, en los ojos que miran,
          un desierto se agrieta con muñones de muerte..."
                         

8/09/2011

El amor infortunado

Abunda en cuevas cavernas
pasadizos secretos o soñados
alcantarillas desagües obstruidos
pozos desiertos grietas
sombras o esquinas desdibujadas
laberintos sin sonido
de piel resbaladiza y porosa
de moral abyecta
y ruinas amontonadas
desperdicios del arrabal
secos relojes de pared parados
aspira y se alimenta
del calor de las fábricas abandonadas
de la materia gris del cerebro
de la llovizna de tierra estival
de la suciedad acumulada en las uñas
es el amor de las pensiones baratas
con sus muebles apolillados
el de las bombillas esqueléticas que penden en techos cancerosos
es el amor de los que mueren de hambre de cuernos de invierno
es el amor de las puertas truncadas
al que le debemos colgar el cartel de se traspasa

7/16/2011

Merengue hasta en el sobaco


A estas alturas del pastel, amor, tengo merengue hasta en el sobaco. 

A la Karenina me la he traído para que la isla le dé su poquito de brisa marina, y la saco todos los días a pasear al puerto, puertecito, donde le encanta ver faenar sobre las nasas a David el Loco, el que es hijo de Wenceslao, aquel que una vez se peleara a botellazos con Pepe el Grillo dentro del bar “El Barquillo”, y a Angelito el Calamar, de rizos hercúleos. Le viene bien esta brisa, porque a la muchacha la jeta se le acartonaba un poco entre tanto disgusto y ceño fruncido, que vaya dos mierdas de hombre que se ha buscado la niña “pija tonta esta”, mi madre dixit. A cada cual más pánfilo:
El marido:
“-Pero la vi y la perdoné. Y la felicidad  que experimenté perdonando me mostró claramente mi deber. He perdonado sin reservas, con absoluta sinceridad. Quiero ofrecer la mejilla izquierda al que me abofetea la derecha, dar la camisa al que me quita el vestido. Sólo pido a Dios que no me sea quitada la dicha de perdonar.”
El amante:
“No necesito nada, nada, excepto esta felicidad –pensaba Vronsky, con los ojos en el tirador de la campanilla, e imaginando a Anna tal como la viera la última vez-. Y cuanto más tiempo pasa, más la amo. Aquí está el jardín de la casa de Vrede. ¿Dónde estará Anna? ¿Qué significa eso? ¿Por qué me habrá citado aquí, escribiendo unas líneas en la carta de Betsi?”
Luego está Kitty –cuyo nombre da ya para la primera temporada de todo un culebrón venezolano-, que jugando a dos barajas se quedó la muy subnormal con ninguna, por despabilada: si yo fuera Lievin le diría sin reparos: “Me voy a hacer una escalera con los huesos de todos tus muertos, Kitty, querida, por sapa.” Pero a Lievin tampoco hay que salvarlo de la quema general, porque desafortunadamente se nos ha enamorado de la muñequita pelucona, y por tanto, páginas hay en la novela de platónicos suspiros decadentes. ¿Cuántas veces habrá leído D’Annunzio  esta novela? Aunque a Lievin, pensándolo bien, lo salva su hermano Nicolai, por suerte, que es para nosotros lo más parecido a Iribarren que hay en Karenina.
Y hasta aquí puedo leer sin desvelarte,  mi comandante, el sorprendente suceso de la página 547, allá por la quinta parte: razón tienes cuando los secundarios llenan páginas, porque son un muestrario de nuestro broque, cada cual más interesante y vivo. Pero lo que son los principales, empachaíto de merengue me tienen, y aunque me llegue al sobaco, el julio que me lo está salvando, dicho sea de paso. Ea, con dios!

6/29/2011

Ciegos, muy ciegos.

"Si se hicieran alinear todos los canallas que hay en el planeta ¡qué formidable ejército se vería, y qué muestrario inesperado! Desde niñitos de blanco delantal ("la pura inocencia de la niñez") hasta correctos funcionarios municipales que, sin embargo, se llevan papel y lápices a la casa. Ministros, gobernadores, médicos y abogados en su totalidad, los ya mencionados pobres viejitos (en inmensas cantidades), las también mencionadas matronas que ahora dirigen sociedades de ayuda al leproso o al cardíaco (después de haber galopado sus buenas carreras en camas ajenas y de haber contribuido precisamente al incremento de las enfermedades del corazón), gerentes de grandes empresas, jovencitas de apariencia frágil y ojos de gacela (pero capaces de desplumar a cualquier tonto que crea en el romanticismo femenino o en la debilidad y desamparo de su sexo), inspectores municipales, funcionarios coloniales, embajadores condecorados, etcétera, etcétera. ¡Canallas, marchen! ¡ Qué ejército, mi Dios! ¡Avancen, hijos de puta! ¡Nada de pararse, ni de ponerse a lloriquear, ahora que les espera lo que les tengo preparado!"
                                             Ernesto Sabato: Informe sobre ciegos.
Ahí os lo dejo.

4/27/2011

Comme d'habitude

En orden, de 'alantepatrás' en el tiempo, primero vino Claude François, este de aquí y cantando así:


Cuentan que murió electrocutado. La cosa fue que estaba en la bañera. La luz que tintinea, juega ella a luces y sombras. Se enciende. Parpadea. Se apaga, y a los diez segundos vuelve a iluminarse. El cantante mira hacia arriba y ve en el techo apagarse la única bombilla del baño, colgando de un cable pelado. Al fondo, la puerta de la habitación entreabierta (como no podría ser de otra manera en esta historia) -recibirá la visita de alguien-, suena lejano el timbre del teléfono, un largo tono monótono que no logra sacarlo del ensimismamiento lumínico.Tiene el hábito de no responder cuando lo interrumpen, cuando duerme, cuando lee y come al mismo tiempo. Así que lo deja sonar como el que escucha llover desde el salón de casa, seco y confortable, sin la urgencia de salir corriendo a descolgarlo porque alguien te vaya a contar que a Fulanito le han detectado un cáncer. Está pensando de nuevo en que la letra apenas exageraba la lentitud del tiempo, el desamparo de las esquinas solitarias, o las grisáceas tardes de domingo en que ni un mal libro te saca del hastío.
Ella supo que iba a ser la mejor canción que le compusieran jamás.
Mojado, quiso enroscar la bombilla, pero tocó el cable con su dedo más meñique. Hasta los pelos de la espalda sintieron el latigazo.
Luego vino otro con la voz siempre en el tono de los contrabajos malditos que han sonado toda la noche, cargados de humo y algún que otro gin. El traje que ni pintado, casi mejor que Cary en Con la muerte en los talones, y lo cantó así (con la adpatación de Paul Anka):

Luego han venido tantos otros, versionantes microfonistas en mano que le iban dando un toque más acorde con la década que les había tocado sufrir, a veces pop, a veces lánguido y superficial. Teclead en el yutube y los hallaréis a patadas, multiplicados porque ya alguien los tocó como pan o peces de una charca nauseabunda.

3/15/2011

Fulanita de Tal se me pone enferma.

Me tomo dos paracetamoles y me meto en la cama, y decido, para mañana, empezar mis clases diciendo que las esdrújulas nunca llevan tilde, las llanas cuando nos venga en gana y las agudas cuando nos salga del carajo. Total, nadie va a rendirnos cuenta de lo que hagamos. En estos tiempos, la urgencia, las prisas, la desgana o la desidia son los mejores aliados del analfabetismo. En todos los estratos sociales: desde el consejero de transportes de Madrid que todavía se sube al metrobús hasta el simple administrativo de un centro de salud, pongamos por caso, de dos hermanas. Ups, perdón: Dos Hermanas. Que se me escapaban las haches, que, aunque mudas, corren y se escapan que se las pelan. Son las nueve y veinte de la mañana, aún temprano para la malaleche, y Fulanita de Tal y de Cual hace aspavientos con un justificante delante de mis narices: “Que falté el viernes, Alberto. Mi justificante.” Me paro a contemplar los muros de la patria mía, que en ese instante rezaba así:

"D./Dña. Fulanita de Tal y de Cual
Ha venido al este centro el dia 11 MARZO 2011
para consulta enfermeria , para perfiles glucemicos
y para que asi conste, a peticion de la interesada, firmo en
dos hermanas a 11 marzo 2011"


Respiro, no muy hondo que tampoco tiene uno los pulmones de M. Phelps, y trato de enseñarles a mis alumnos dónde deberían ir colocadas las tildes, la importancia de los signos de puntuación en el orden correcto de la oración y del párrafo, y la lógica de elegir el "doña" si es una paciente, y no un paciente, la que acude a nuestra consulta, las mayúsculas, por favor, que distingan esas dos hermanas (¿quiénes serán, cuáles sus nombres, qué nariz y ojos tendrán, qué faltas también ellas cometerán?) de la Dos Hermanas sevillana, las preposiciones relegadas al olvido, la coherencia y el sentido, en fin, de todo cuanto hacemos y escribimos. ¡Qué duro caballo de batallo! Y luego caigo en la cuenta de que todo esto tal vez importe un bledo, querida, pues cualquier mequetrefe te emite con todo su descaro un texto pletórico de incorrecciones y nuestro silencio ante el trabajo mal hecho es apabullante. Pero qué país este, rediós. 


1/29/2011

Ninotchka

De granito, de aquel viejo mármol cincelado
a través de diez generaciones de orfebres,
un prodigioso muro de hormigón -en estos tiempos-
que no cede ni tan siquiera al polvo de las alas de una mariposa,
sin una amorosa grieta por la que susurrar,
piedra más dura que los azotes de un padre,
rigurosa moral, indestructible solidez
del nervio y la razón,
ciega a los duelos,
muda a la vida, inaccesible ética
que no da su brazo a torcer,
discurso monolítico, exclamativo,
muy de la primera persona del plural,
tú, que apenas has aguantado al minuto 30
para no reír,
             para no mondarte,
                           para no partirte
por la mitad de una sola carcajada
y deshacerte en polvo.