2/15/2010

MAUS

MAUS. Maus. mauschwitz. Algunos lo llaman campo de concentración. Otros, entre los que se cuenta el escritor italiano Primo Levi, lo nombran -no sin pavor- más propiamente campo de exterminio, pues eso fue, un campo donde los cuerpos y las mentes eran despojados de toda condición de humanidad para convertirse en deshechos putrefactos de un olor insoportable: miles, cientos de miles de judíos, hasta sumar algunos millones en toda Europa, fueron gaseados, fusilados, tiroteados, golpeados hasta perecer, enterrados vivos junto a cadáveres. De aquel escritor italiano existe una novela -que es una confesión, que es  a su vez un acto de justicia y de descarga- que son en realidad tres, esto es, una triología con el significativo título de Si esto es un hombre, y que leí hace ya años, tal vez cuando estaba en la carrera, o perdido en alguna otra tierra peregrina. Por cierto, libro que ahora tengo prestado a no sé quién, y que espero que le esté resultando nauseabundo, pues al fin y al cabo de eso se trata, de execrar toda aquella realidad que terminó convertida en pesadilla. Lo leí todo de un tirón, engullendo horribles imágenes que se fundían con las miles de fotos habidas de judíos famélicos, podridos barracones y cadáveres amontonados tras un montículo de tierra inerte, lo leí de golpe y de la mano de la voz de un superviviente que relataba su propia aventura -perdón, desventura quise decir- en medio de tanta muerte. Fascinado y boquiabierto ante el espectáculo infernal -dantesco, dirían los pedantes-, visité alguna exposición en Sevilla, algunos museos en Budapest, recorrí películas... y todo no era más que la repetición en imágenes de las palabras del escritor. Poco después, alguien me habló de otra novela, historia llevada a la televisión, que se titulaba Holocausto, y la estuve buscando un tiempo, mientras los libreros me daban nones o me argumentaban que la edición se había agotado y no se pensaba en una nueva edición. Pero un mes de julio, o agosto tal vez, peregrinando Santiago en busca de un bar donde almorzar, entré en una librería de viejos,   que me mandó a otra, y esta otra me llevó a su almacén y me enseñó dos ejemplares de aquel libro: en inglés (original) y en español. Así que me senté en una mesa, leía páginas, comía, hablaba con unos y otros, volvía al libro, ahora café, las horas cayendo en la tarde con sus granos de arena, más palabras oídas o leídas, confundidas con las del libro, y la historia rondando en mi cabeza. De ese libro, esa tarde fue lo mejor que saqué: un buen atardecer entre amigos, en Santiago, palabras y conversaciones que subían y bajaban como un tiovivo. El libro no era lo que me esperaba.
Y ahora, vaya uno a saber cuánto tiempo hace de eso, me cae en las manos este otro, Maus lleva por título. Y sorprendentemente no es otro libro, es un cómic, un tebeo hablando de cosas serias (si es que se pueden hablar "cosas", tal cual). Metido en un vórtice de viñetas que cuentan la historia de un padre, también la de su hijo, emigrantes: superviviente del holocausto aquel; dibujante y autor del cómic este. Ya no es sólo palabras, y primera persona, y relato re-vivido del holocausto, o la masacre, o el exterminio (que todas estas palabras y muchas más se refieren a lo mismo, ¿y por qué tantas palabras para una, esa, realidad?), o sentir que el contador también lo vio con la retina de su ojo, con su pellejo finísimo y sus huesos asomando en cada curva del cuerpo, es que también los dibujos, también la historia de cada personaje dibujado, también la historia del hijo que se ve obligado a conocer de su padre, es que también. Y aún más: la fauna humana es animal, salvajemente animal, porque los judíos tienen todos caras de ratones, los nazis caras de gatos, los polacos caras de cerdos, los usa's caras de perros, y así continúa el animalario dibujado por Art Spiegelman, hijo de de un judío que logró salir con vida de Auschwitz.

Más sobre Maus.
Y algo sobre Primo Levi.