3/15/2011

Fulanita de Tal se me pone enferma.

Me tomo dos paracetamoles y me meto en la cama, y decido, para mañana, empezar mis clases diciendo que las esdrújulas nunca llevan tilde, las llanas cuando nos venga en gana y las agudas cuando nos salga del carajo. Total, nadie va a rendirnos cuenta de lo que hagamos. En estos tiempos, la urgencia, las prisas, la desgana o la desidia son los mejores aliados del analfabetismo. En todos los estratos sociales: desde el consejero de transportes de Madrid que todavía se sube al metrobús hasta el simple administrativo de un centro de salud, pongamos por caso, de dos hermanas. Ups, perdón: Dos Hermanas. Que se me escapaban las haches, que, aunque mudas, corren y se escapan que se las pelan. Son las nueve y veinte de la mañana, aún temprano para la malaleche, y Fulanita de Tal y de Cual hace aspavientos con un justificante delante de mis narices: “Que falté el viernes, Alberto. Mi justificante.” Me paro a contemplar los muros de la patria mía, que en ese instante rezaba así:

"D./Dña. Fulanita de Tal y de Cual
Ha venido al este centro el dia 11 MARZO 2011
para consulta enfermeria , para perfiles glucemicos
y para que asi conste, a peticion de la interesada, firmo en
dos hermanas a 11 marzo 2011"


Respiro, no muy hondo que tampoco tiene uno los pulmones de M. Phelps, y trato de enseñarles a mis alumnos dónde deberían ir colocadas las tildes, la importancia de los signos de puntuación en el orden correcto de la oración y del párrafo, y la lógica de elegir el "doña" si es una paciente, y no un paciente, la que acude a nuestra consulta, las mayúsculas, por favor, que distingan esas dos hermanas (¿quiénes serán, cuáles sus nombres, qué nariz y ojos tendrán, qué faltas también ellas cometerán?) de la Dos Hermanas sevillana, las preposiciones relegadas al olvido, la coherencia y el sentido, en fin, de todo cuanto hacemos y escribimos. ¡Qué duro caballo de batallo! Y luego caigo en la cuenta de que todo esto tal vez importe un bledo, querida, pues cualquier mequetrefe te emite con todo su descaro un texto pletórico de incorrecciones y nuestro silencio ante el trabajo mal hecho es apabullante. Pero qué país este, rediós.